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Historia documental de Santa María de África.

Frente a los relatos de escritores hispanos, los historiadores portugueses no dejaron de afirmar que la Virgen de África fue enviada hacia 1.421 por el Infante D. Enrique. El africanista Enrique Arques transcribió casi completo un documento fechado en 1.460, y firmado de puño y letra del propio Infante, en el que se demostraba el envío de la Imagen a los Caballeros de la Orden de Cristo, y su mandato de construir un Templo, construido como encomienda que llevará su nombre. La traducción era solo parcial. He aquí el texto completo:

“ Yo el Infante Don Enrique, Regidor y Gobernador de la Orden de Caballería de Nuestro Señor Jesucristo, Duque de Vizeu y Señor de Coviñán, hago saber por esta mi Carta a los que la vieren, que cuando el muy poderoso, excelente y de grande memoria el Rey Don Juan, mi Señor y padre, que Dios lo tenga en su santa gloria, fue a tomar la ciudad de Ceuta yo fui con él; y después de dicha tomada y partida que de ella hicimos, dejé en ella ciertos míos – a saber – Juan Pereira, hidalgo de mi casa, y otros mis hidalgos, caballeros, escuderos y criados míos en defensa y guarda de ella. Los cuales todos juntamente con fervor y devoción y celo que tenían por la religión cristiana y salvación de sus almas, en mi nombre y por mi autoridad ordenaran una Iglesia para oír en ella Misa, y a los cuales mandé una Imagen, asaz devota mía, de Santa María, mandándoles poner por nombre Santa María de África a dicha Imagen y en dicha Iglesia, y que así lo hicieran y ordenaron.

La cual Virgen María, por su infinita y santa misericordia y por el acrecentamiento de nuestra Fe, hace muchos milagros teniendo, los devotos cristianos que en dicha Ciudad moran y otros comarcanos así de los reinos de Castilla como del Reino del Algarbe y muchos cautivos cristianos que permanecen en tierra de moros, gran devoción en élla, dando en legado dicha Iglesia a la dicha Orden y haciendo de ella encomienda, de la cual fue su primer comendador Fray Diego Álvarez y después Fray Ruy de Faarón, luego Fray Esteban Annes Montaña, cuyas almas Dios tenga; y ahora Fray Álvaro de Saa que al presente la posee, limitando y anexionando y dando a mi requerimiento el Señor Santo Padre a la misma dicha Iglesia por feligresía y límites de ella a Tetuán y valle de Ányera y la villa de Alcázar Seguer cuando fuese poseída por los fieles cristianos haciendo así de dicha Iglesia Parroquia.

 

Y provinieron muchos honores a Dios por la dicha villa de Alcázar Seguer que fue tomada por el Rey mi Señor y Sobrino, estando yo en dicha tomada a su servicio, haciéndose luego de su Mezquita Mayor una Iglesia la cual llaman Santa María de la Misericordia. Mandándome dicho Señor tomar posesión de ella, la cual yo tomé en mi nombre y en el de dicha Orden poniendo en ella Vicario.

Y por cuanto hasta ahora no había sido hecha mi carta de esta donación que así tenía hecha efectiva a la dicha Orden para tener ella en su cartulario, mando hacer ésta por la cual confirmo la primera dada verbalmente que tenía la dicha Orden.

Y le hago pura y renovable donación, para siempre, por las muchas rentas e infinitos bienes y servicios que tengo recibidos de las personas de ella, dándole por derecho como por podérselo dar. Y así como porque el Santo Padre y por el Rey mi Señor me ha otorgado, el cual, con la ayuda de Dios que es sumo bien, y de la bienaventurada Virgen María su madre, mi Señora, perseverará en la dicha posesión, en acrecentamiento de la Fe de los cristianos y en aprobio de estos y de su religión de la secta de Mohamed.

El cual Vicario y los que después de él vinieren tendrán a su cargo en dicha Villa de Alcázar Seguer el bautizar y dar todos los sacramentos eclesiásticos a los fieles cristianos que en ella están, así como está establecido por la Santa Madre Iglesia y por los Santos Padres y Edictos canónicos.

Y ruego y encomiendo por la presente que en dicha Santa María de África estuviere y al Vicario de Santa María de Alcázar Seguer y a cuales quiera otros capellanes y vicarios que en adelante fueren, en mi vida y después de mi muerte por siempre con la gracia de Dios y su ayuda, que en las Iglesias que se edificaran en cada uno de los otros dichos lugares de Tetuán y el valle de Ányera, que en agradecimiento, en cada semana, el sábado, digan una Misa cada uno en su Iglesia de santa María por mi alma en conmemoración del Santo Sacrificio con su responso y oración de “fidelium Deus”. Y antes de comenzarse la Santa Misa se vuelva para los que a ella asistieren pidiéndoles en alta voz por amor de Dios que digan un Padrenuestro y un Avemaría por mi alma y la de todos aquellos por los que deseen rogar y después que estuviese acabada, celebre la Misa de frente.
Y porque los hechos de los hombres se olvidan con el paso del tiempo, en loor de mi Señor Jesucristo y por mi memoria y remembranza y la de los Maestres y gobernadores de dicha Orden que después de mi vinieren, mando hacer esta carta, firmada por mi mano y refrendada con el sello de mis armas la cual mando a poner en el cartulario de mi Villa de Tomar, hecha en mi Villa a diecinueve días de Septiembre, Juan de Moraes la hizo en el Año de Nuestro Señor Jesucristo de mil y cuatrocientos sesenta. Y por cuanto las dichas Iglesias de Santa María de África y en la d Santa María de la Misericordia de Alcázar Seguer que ahora son de cristianos y en podr de dicha Orden; y así en la del Valle de Ányera y en la de Tetuán cuando Dios provea sean de la Cristiandad, y la dicha Orden las posea, es necesario que en cada una sea puesto un prior, vicario o capellán que las

haya de administrar y cantar, por compensación de las rentas de espiritualidad que dichos lugares les han de ser hechos , por ende pido, ruego, mando y encomiendo a los Maestres y Gobernadores que después de mi lo fueran de dicha Orden, y a los comendadores a quienes los dichos lugares puedan dadas en encomienda que, por la primera renta de ellas de dicha espiritualidad den y hagan dar en cada año al prior , vicario o capellán que estuviere por Rector en cada Iglesia de lo sobredichos lugares, a cada uno, un marco de plata, pagado en plata el cual reciban así por tener a su cargo el decir dicha Misa en el dicho día del sábado como se ha hecho mención, siéndoles siempre muy bien pagado, por lo que las dichas Misas tengan lugar sin mengua, ni se dejen de decir.

Y a mí sea hecho este bien en reconocimiento de esta donación que así a la dicha Orden hice y de los otros muchos acrecentamientos que en ella tengo hechos y con la ayuda de mi Señor Dios, en cuanto a él, preveo y espero hacer.”

Laus Deo Amén
Laus Deo Amén
Infante Don Enrique

La Virgen de África es una piedad, fechada a finales del S. XIV, de origen seguramente centroeuropeo. La mejor descripción de la talla es la realizada por Teresa Gómez Espinosa para el libro que se hizo tras su restauración y que literalmente dice:

“ La Virgen de la Piedad es una imagen de marcado expresionismo en la que, como es habitual en este tema iconográfico, la Madre con patética expresión dolorida dirige la mirada hacia el cuerpo inerte del Hijo que mantiene sobre sus piernas. Es una composición muy estilizada que, aunque aún recuerda los esquemas triangulares en los que primitivamente se enmarcaba, ha perdido esa rigidez geométrica compositiva tan peculiar de las obras más arcaicas de este tipo.
 

La Virgen, sedante sobre un sencillo trono adornado sólo por astrágalos y listeles, es una figura de proporciones largas y delgadas que presenta un rostro de aspecto maduro con breves rasgos y una expresión de dolor contenida entre sus finos labios apretados, acentuada a través de la triste mirada de los ojos que sobresalen bajo el dibujo de largas cejas arqueadas.

La toca que ciñe el rostro se extiende sobre el pecho sustituyendo al velo habitual y ocultando el cabello de la Virgen, como es característico en estas imágenes dolorosas para denotar pena y ancianidad. Viste túnica plegada por efecto del estrecho cinturón que marca un talle alto; los pliegues son finos y regulares, doblando en el mismo sentido hacia un eje central, en la mitad superior, mientras que el bajo de la túnica quiebra su caída vertical para plegarse sobre la peana dejando al descubierto las puntas del sencillo calzado.

Esta manera de disponer la túnica es frecuente entre finales del siglo XIV y principios del XV en la imaginería española, aunque también hay que tener en cuenta que el tema representado limita considerablemente las posibilidades de desarrollar una indumentaria acorde con las existencias de la moda de la época. Un amplio manto cubre a la figura por encima de la toca y cae envolviendo hombros y brazos para cruzarse a la altura de las caderas y descender cubriendo la túnica casi hasta la altura de los tobillos, donde remata adaptándose rigurosamente a los plegado subyacentes. Son destacables los amplios pliegues ovalados, en forma de semimandorla, que descienden en sentido concéntrico dando cierto vuelo al manto en la zona inferior del brazo izquierdo y que recuerdan a los que pueden apreciarse en algunas imágenes de principios del siglo XV que tienen su origen en la Europa oriental—véase, por ejemplo la Virgen con el Niño de Cracovia (Polonia)- aunque también podemos encontrarlos en la escultura funeraria inglesa de la misma época y excepcionalmente en algún ejemplo luso de dudosa cronología, como es el caso de la estatua yacente del obispo don Tiburcio, que, aunque el sepulcro es obra del siglo XIII, la imagen presenta rasgos anacrónicos. Asimismo, destacan los armónicos pliegues formados por el manto al descender sobre las rodillas y al doblarse entre éstas creando sucesivos perfiles triangulares, son pliegues rígidos y muy acusados que denotan influencia francesa en una manera de hacer que puede remontarse hasta el siglo XIII.

El cuerpo muerto del Hijo se dispone sobre las piernas de la Madre, quien sostiene con su mano derecha la cabeza, mientras dirige la izquierda hacia su corazón. La imagen de Cristo se convierte aquí en una figura realmente cadavérica llegando al límite del patetismo: un cuerpo escuálido en el que se marcan con crudo realismo los rasgos anatómicos, se coloca de tres cuartos de perfil ante el espectador con la rigidez propia de un cadáver. La cabes, originalmente ceñida por corona de espinas — hoy aparece mutilada—, ostenta un rostro de rasgos sumarios y agudo perfil, en la misma que el de su madre, con los ojos cerrados bajo finas y largas cejas arqueadas. Los brazos, pegados al tronco, se doblan para terminar cruzando las manos — la izquierda sobre la derecha — encima del vientre; bajo éstas arranca un estrecho paño de pureza que, formando pliegues paralelos en sentido horizontal, abarca la mitad de los muslos. Las piernas se doblan creando un ángulo muy acusado para descender unidas, sin llegar hasta la peana, creando un rígido esquema vertical de gran belleza plástica y enorme expresividad.

La imagen, tallada en un solo bloque de madera, salvo la cabeza del Cristo y la mano izquierda de la Virgen, presenta un ahuecamiento en su zona posterior como corresponde alas obras de imaginería destinadas a ocupar un sitio en altares o retablos. Actualmente, una tapa de madera compuesta por varios tablones, cubre el hueco posterior. “

Respecto al aspecto de la Virgen podemos decir que ha ido evolucionando con el tiempo. En un primer momento, como indica el informe transcrito, la Virgen tenía su propia corona, como también la tenia la imagen del Cristo. Además, es posible que por estar unida a un retablo no tuviera la tapa posterior, que constituye un esfuerzo necesario, en especial para los extraordinarios casos en los que ha procesionado, ya que esta no sólo le da consistencia, sino también peso.

En 1986 la Comisión de Patrimonio Histórico de Ceuta realizó gestiones para la restauración de la imagen. Sin embargo, estas no llegaron a buen término, entre otras razones, porque el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes de Interés Cultural necesitaba trasladar la talla a Madrid.

Por fin, en 1990, todas las partes se pusieron de acuerdo, y se firmó el traslado de la imagen a Madrid, que se llevó a cabo el 7 de marzo de 1991. Por primera vez, desde su llegada a Ceuta en el siglo XV, la Patrona de Ceuta, abandonaba su ciudad.

La restauración fue encomendada a los profesores Raimundo Cruz Solís e Isabel Poza Villacañas quienes consultaron en todo momento con una comisión formada por miembros de la Comisión de Patrimonio de Ceuta, la Cofradía y el Santuario, cuyas reuniones y trabajos se prolongaron durante prácticamente todo el año 1991.

El 21 de diciembre de 1991 llegaba la Virgen de África a Ceuta. Dentro del templo la esperaban autoridades civiles y eclesiásticas, los miembros de la Comisión Provincial de Patrimonio y, naturalmente, la Junta de la Cofradía de Caballeros, Damas y Corte de Infantes de Santa María de África.
 

 
 

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Primitiva Cofradía de Caballeros, Damas y Corte de Infantes de Nuestra Señora de África Coronada. Patrona de Ceuta. España.